lunes, 7 de marzo de 2011

La montaña

Cae la tarde, lánguida y silenciosa,
el sol bruñe de oro sus escarpadas paredes,
invita con cambiantes reflejos,
a subir e intentar poseerla
cual mujer envidiable y caprichosa.

Ven a mi!..insinuante dice al errante
con suaves susurros de su cómplice el viento,
y tiende en sus faldas, tentadora vereda
como alfombra arabesca,
que para llevarme a ella se posa.

Atrévete! Te recibirán trinos de jilgueros
y aromas de mil flores silvestres,
apartaré sarzas y abrojos de tu camino
para que asciendas confiado
y anhelante de mis encantos.

Sube!..... se ha perdido la vereda,
no importa, tu deseo y arrojo
marcará la ruta, no termas,
no estás ante lo desconocido
tu y yo, somos hijos de este mundo.

Descansa....deléitate, embriágate de este límpido aire
contempla el valle que dejaste,
pues tal vez, no retornes a el
si te enamoras de mi cielo
tan diáfano, sublime y eterno.

Sube....aún falta mucho por ascender
aunque  sangren tus pies y manos!
lavaré tus heridas
con nieve virgen de mi pecho,
no habrá dolores  ni lamentos.

Cuando alcances la cima,¡seré tuya!
Te recibiré ansiosa, entre mis anhelantes brazos,
nuestra comunión, la alumbrará el crepúsculo,
y unidos como un solo ser, ¡Estallaremos,
en un orgasmo de amor, de luces y de fuego!

Invierno del 2011. G. Hdez. Ll.

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